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Con el cambio reciente de hora ves como el día se acorta. La luz es gris, el cielo encapotado con lluvia y hasta agua nieve. Sientes que el invierno se nos ha echado encima.
Personalmente ha sido, casi siempre, un mes de malas noticias, especialmente en el ámbito laboral:
Anuncio del cierre (ahora se dice deslocalización) de la planta de Ulzama de Danone.
Crisis de las vacas locas en Viscofan y cambio de planes de pasar a indefinido a proposición de autónomo.
En Pollos Iriarte (grupo AN) tras el traslado de actividad y la inauguración del nuevo matadero de Melida la disyuntiva entre ceder a los caprichos de la nueva dirección o a la calle.
Y ahora en Volkswagen a la espera de la evolución de mi contrato de fin de obra y capeando los mil y un rumores que circulan por el taller, que si sobran eventuales porque bajan los pedidos, que el año que viene se acaba el convenio, que la MLD se va a parar para diciembre, tranquilo que lo tuyo va bien, ya hay 500 cartas de despido preparadas para firmar, etcétera,....
La cuenta atrás ha comenzado y me acuerdo de mis soldados veteranos (autodenominados los wisas) que decían:
Me llaman el Mesías, porque me quedan días.
Me llaman el lavadoras, porque me quedan horas.
Me llaman Matusalén, porque me queda un santiamén.
Y los novatos que pensaban pues “Two Stones” y aguantar.
Además para rematar el mes acaba con el ciclo litúrgico y llegan las lecturas del Apocalipsis las cuales nunca me han atraído. Menos mal que diciembre empieza con puente foral.