lunes, 4 de agosto de 2014

El último cartucho en un domingo de cine

En la entrada 100 del blog algo especial. Vuelvo a presentarme en la II edición del Certamen de Relato Breve del Diario de Navarra. Esta es mi propuesta.

A pesar de ser domingo, para Miguel era un día más. Se había levantado temprano, como todos los días, y había ido correr su media hora por el paseo del río; tras estirar y realizar una serie de ejercicios para tonificar otros músculos, se duchó y afeitó. Fue a la cocina y preparó el desayuno para el resto de la familia, como sabía que tardarían todavía un poco en levantarse, decidió empezar a desayunar él solo, tranquilamente.

Miguel sabía lo importante que en su situación era mantener rutinas, especialmente de esfuerzo, de lo contrario podía caer fácilmente en la anodina apatía de los protagonistas de “Los lunes al sol”. Y él era un luchador nato, superviviente de mil batallas laborales, que incluían un par de traslados de empresa que encubrían sendos cierres de las mismas, un final de contrato con muchas mentiras o verdades a medias y un despido improcedente, este último hacía 23 meses, el cual le había dejado varado en mitad de aquella crisis que parecía no acabar nunca. Dicen que la profesión va por dentro. Aquellas duras y algunas traumáticas vivencias le habían dejado unas graves heridas cuyas cicatrices llevaba en el alma, y que solo los ojos expertos de algún profesional avezado de la psiquiatría o psicología y las pocas personas que lo conocían muy bien eran capaces de percibir o intuir.

La vida no era fácil ni tampoco justa. Miguel se sentía “el último mohicano”, a los de su edad les habían enseñado que con esfuerzo y sacrificio se alcanzaban los objetivos y así había sido hasta entonces. Pero cuando los de su generación habían alcanzado un buen puesto y parecía que todo estaba encarrilado. ¡Zas! les habían cambiado el ritmo de la canción de la vida y la orquesta del “Titanic”, ahora, tocaba otra melodía. Ya los trabajos no duraban para siempre y los contratos indefinidos eran papel mojado, cada vez era más difícil, casi imposible, que alguien se jubilase en la misma empresa en donde había empezado a trabajar.

Todo ello hacía de Miguel, el exponente típico de lo que su amigo Jesús denominaba perfecto representante de la talla LR o LS. L de cincuentón L=50 en números romanos y R de resistente o resilente, aunque bien podría cambiarse por S de superviviente.

Miguel a veces se sentía solo y abandonado por todos como Gary Cooper en “Solo ante el peligro”.

Los domingos sabía que podía disfrutar del silencio de la mañana y leer con tranquilidad, como cuando era pequeño salvo que ahora su pertrecha economía no le permitía ir al cine, como antaño para disfrutar del programa doble o de la sesión continua. Su economía de guerra solo le dejaba comprar la prensa ese día, entre otras cosas porque había un suplemento de páginas sepias con la actualidad económica en donde se publicaban los anuncios de ofertas laborales, aunque estas prácticamente habían desaparecido. Y pescar una era una proeza como la epopeya de “El viejo y el mar”. Aun así la esperanza es lo último que se pierde que se lo contasen a “Los últimos de Filipinas” o a los miembros de “La patrulla perdida”.

Abrió el periódico por el centro tras echar un vistazo a la contraportada para ver la tira cómica de un conocido dibujante local, que casi siempre le hacía esbozar una sonrisa. Y su vista se quedó inmediatamente clavada en un pequeño anuncio que requería un titulado superior con experiencia en el sector en donde Miguel había desarrollado toda su vida laboral. Su perfil encajaba como guante al dedo, pero no quería hacerse ilusiones llevaba más de 1000 intentos y una docena de entrevistas, la última hacia ocho meses y siempre pasaba lo mismo buscaban un perfil diferente, vamos más joven y supuestamente más barato.

Se levantó tranquilamente y se dirigió lentamente al salón donde estaba el ordenador como Ringo, ósea se John Wayne, cuando se bajaba de “la diligencia” al llegar al pueblo. Abrió el correo electrónico, adjunto una carta de presentación y su curriculum adaptados al anuncio y pulsó enviar. Sabía que había disparado su última bala. Y mientras cerraba el programa se acordó del final de su película preferida “Casablanca” escuchando a “Bogey” mascullar con el pitillo a medio fumar “Esto puede ser el comienzo de una nueva amistad”.

Aquí dejo el enlace sobre el veredicto del jurado y comentarios de lectores al respecto. El II Certamen de Relato Breve vuela a Argentina.
 
Lo que no he encontrado esta año es la publicación del relato ganador.